15 de setiembre de 1883, se llevó a cabo una acción poco difundida, el Combate de Izcuchaca, realizado en el puente del mismo nombre, en que los guerrilleros y pobladores demoraron el avance de las tropas chilenas que iban tras el General Cáceres. Este hecho sucedió en las instancias finales de la Guerra del Pacífico en el año 1883.
Para poner en contexto, el puente de Izcuchaca, ubicado en el departamento de Huancavelica, se remonta a la época de los Incas, su nombre original en quechua era Angoyaco y formaba parte de uno de los 14 puentes mayores colgantes del imperio inca y sobre esos mismos cimientos, los españoles levantaron un puente provisional de calicanto, lo que dio lugar a que el puente y el pueblo de Angoyaco, tomaran el nombre de IZCUCHACA (IZCU=CAL Y CHACA=PUENTE).
Años más tarde, por su importancia estratégica como vía entre el centro y sur del Perú, en 1808, el Virrey Abascal mandó a construir el actual puente de piedra, siendo el encargado de su construcción, el Ingeniero Enrique Pallardelli, quién años más tarde encabezó la segunda insurrección tacneña en 1813 y fue fusilado por los españoles el 2 de mayo de 1815, en Buenos Aires.
A través de la historia, en el mencionado puente, se han desarrollado diversos episodios de armas, desde la época incaica, conquista, virreinato, emancipación e independencia y en la era republicana de nuestro país, indicando como ejemplo, los siguientes hechos:
· Época Incaica: La resistencia de los “mil orejones”, tropas selectas de Mayta Yupanqui, de Huáscar, contra las fuerzas de Atahualpa.
· Conquista: Aproximadamente en 1536, la expedición de Alonso de Alvarado con el Capitán Garcilaso de la Vega (padre del cronista) combatieron contra los incas en Angoyaco.
· Emancipación: En 1814, las fuerzas emancipadoras de José Angulo, se enfrentaron a las tropas del Virrey Abascal, bloqueando el puente de Izcuchaca, impidiendo el paso de los españoles hacia Huamanga, que estaba en poder de Angulo.
· Independencia: en 1820, las tropas de Álvarez de Arenales, derrotaron a las fuerzas realistas de Virrey Pezuela, en su avance hacia el centro del Perú.
· Republica: En 1854, en Izcuchaca y su histórico puente, el General Ramón Casilla, anuló a las fuerzas del Presidente, el General Rufino Echenique.
Posteriormente, en los años de la Guerra del Pacífico, en Izcuchaca y su puente, se desarrollaron diversas acciones como parte de la Campaña de la Breña, que condujo el General Andrés Avelino Cáceres.
Les comparto el siguiente relato, que fue escrito por mi padre, quién creció en el pueblo de Izcuchaca, recordando el Combate de Izcuchaca, en el que participó su abuelo materno, el Comandante Teodoro Valencia Rastrillada.
COMBATE DE IZCUCHACA – 15 setiembre de 1883
El llamado cuarto periodo de la Campaña de la Breña es después de la batalla de Huamachuco.
Cáceres, previo un ligero descanso en Jauja, hizo un nuevo llamamiento a las armas a los pueblos del Centro para la renovación de la lucha contra el invasor, dando lugar a la formación de un nuevo ejército.
Enterado de esta situación, el Coronel Martiniano Urriola, jefe de las tropas chilenas acantonadas en Tarma, obligó a Cáceres a replegarse a Huancayo, y como Urriola lo perseguía optó nuevamente continuar hacia Ayacucho.
El departamento de Huancavelica iba a ser, otra vez, escenario de una serie de acciones, en apoyo del ejército de Cáceres, quien envió una nota al Contralmirante Montero: “Que el desastre en Huamachuco, lejos de abatir mi espíritu, había avivado más, si cabe, mi fervor por la causa patria, y que me sentía firmemente resuelto a seguir consagrando mis esfuerzos a su defensa”.
En tal virtud trazaba a Montero un croquis general de la condición y estado de la gran comarca del Centro, haciéndole ver lo mucho que le importaba desde el punto de vista militar como político, contener el avance de las fuerzas invasoras hacia el departamento de Ayacucho, en la línea de Izcuchaca, o mas atrás, en la de Pampas, en el caso de verse obligado a retroceder.
El nuevo llamamiento de Cáceres a los pobladores del Centro surtió efecto, de tal manera, que, en su marca a Ayacucho, las fuerzas de Urriola experimentaron frecuentes y repentinas acometidas guerrilleras en territorio huancavelicano.
Las fuerzas chilenas estaban compuestas por la división Urriola, destinada a tomar el puente de Izcuchaca para perseguir a Cáceres, y las tropas del Coronel chileno Gutiérrez, destinadas a distraer a los guerrilleros de Izcuchaca para facilitar la toma del puente. Iniciaron su recorrido por Chongos, Colca y bajaron hasta Vilca. Ante la empecinada resistencia de sus pobladores, las tropas chilenas incendiaron Vilca y pasaron a Moya donde cometieron atrocidades, sembrando la muerte en la población civil que se había organizado en cuerpos de resistencia guerrillera.
Urriola salió de Huancayo el 13 de setiembre de 1883. Su viaje duró dos días hasta llegar a Izcuchaca, porque experimentó acometidas guerrilleras. Los mas audaces de este periodo fueron los de Acostambo, sorprendiendo a la vanguardia chilena, ocasionándoles algunas bajas, sobre todo, la defensa de la quebrada de Izcuchaca donde los guerrilleros intentaron cerrar el paso del puente a los chilenos, trabándose enconada lucha hasta que al fin, abrumados por el fuego enemigo, refugiáronse los guerrilleros en las alturas, desde donde desgalgaban enormes piedras sembrando el pavor en la retaguardia adversaria, según palabras de Cáceres en sus Memorias de la Guerra del 79.
La importancia y los méritos de esta acción están, en el sacrificio de un pueblo, que aún tenía fe y la confianza en el caudillo, quien a su vez tenía la seguridad de que iban a demorar al adversario para proteger su retirada a Ayacucho, donde iba nuevamente a organizar al ejército del Centro para seguir luchando por el honor del Perú.
Este hecho tan importante, militar y políticamente no ha sido difundido por los historiadores, posiblemente por tratarse de un pueblo pequeño y porque se llevó a cabo en las postrimerías de la guerra y la suerte del Perú ya estaba echada, pues al mes y cinco días se firmaba el tratado de Ancón, pero el Perú debe saber que un puñado de valientes supieron cumplir su deber, y parafraseando lo del “Paso de Termopilas”, valdría decir, viajero ve y di al Perú que aquí yacen 80 izcuchaquinos que murieron por defender su pueblo y su puente.
A continuación, citaré textualmente los escritos por el distinguido izcuchaquino Sr. Carlos Serpa Rubianes, en su artículo “El Puente de Izcuchaca”, en Pulso, publicación mensual de la ciudad de Huancayo, cuyo director fue otro izcuchaquino, el señor Humberto Tafur Gálvez, en su edición del mes de abril de 1960, menciona la siguiente:
“Durante la guerra del 79, cuando el ejército chileno que avanzaba hacia Huancavelica se aproximó a Izcuchaca, fuerzas regulares (peruanos) al mando del Coronel Salaverry, se retiraron hacia Conayca (las fuerzas regulares tenían orden de no empeñarse en combates aislados), fue entonces que un puñado de valientes izcuchaquinos organizó la defensa de su pueblo y puso muy alto el honor de mi tierra natal. Después de atrincherarse en el torreón del puente al que protegieron con sacos de arena, entablaron una heroica lucha contra la división de Urriola, fuerte de 3,000 plazas, protegidos únicamente por pocas piezas de artillería dejadas por Salaverry y emplazados en una meseta sobre el pueblo conocida hasta hoy con el nombre de “Artillería Moccomoro” o cumbre de artillería en el barrio de Huantaropata”.
“Fue el 15 de setiembre de 1883 el día de gloria para Izcuchaca, después de larga resistencia que fue la exaltación máxima del patriotismo de sus hijos y cuando solo quedaba con vida algo de diez hombre, falto de municiones, se retiraron al valle Tambillo para seguir ofreciendo resistencia” (Se refiere a la columna de voluntarios de Izcuchaca, nombre con el que combatieron en la Campaña de la Breña, habiendo ya participado en Marcavalle y Pucará, porque los guerrilleros seguían en las alturas desgalgando enormes piedras a la retaguardia adversaria, como señala el General Cáceres en sus memorias)”.
“Grande fue la sorpresa del ejército chileno al llegar al puente, al encontrar a uno de sus defensores, don Silvestre Landeo, muerto parado, apoyado a una columna del torreón porque la suerte había querido que al atravesarle una bala en el corazón y caerle el fusil de sus manos, clavarse la punta de la bayoneta en el piso, la culata lo detuvo en el pecho. Su cadáver orgullosamente erguido personificaba en tan trágico momento, el honor y el coraje del pueblo que lo viera nacer. Izcuchaca guarda reverente su glorioso recuerdo”.
La columna de voluntarios de Izcuchaca, en esta acción, estaba constituida por 80 hombres al mando del Coronel Miguel Gálvez Quijada, quien, en su caballo blanco, recorría las orillas del río Mantaro, cercano al puente de Izcuchaca, animando a su tropa para detener a los chilenos, juntamente con el Comandante Teodoro Valencia Rastrillada, nombrado por Cáceres, como Comandante Militar de Izcuchaca.
En la obra “La Guerra del Pacifico 1879 – 1883, La Resistencia de la Breña, Tomo III Volumen I, Huamachuco y el Alma Nacional (1882 -1884)”, se agrega lo siguiente:
“Pero la sorpresa se trasladó inmediatamente al campo chileno, cuando dominado el puente y el pueblo desde sus magníficas posiciones, vieron a los patriotas aceptar el combate: Por los cerros del lado contrario al río -apuntó el corresponsal de El Mercurio – se veían bajar grupos de gente y se oía una banda de música cuyo instrumento dominante era el bombo. Bajo esos sones marciales, los guerrilleros iniciaron el acarreo de grandes piedras para bloquear el paso. El puente de Izcuchaca es de piedra y tiene unos veinte metros de largo por tres de ancho. En uno de sus extremos, aquel en que se hallaban los cholos, hay una torrecilla, también de piedra, con una gran puerta de reja de fierro de todo el ancho del puente, que cerrándolo corta el paso. Tras de esta puerta amontonaron grandes trozos de piedra hasta más de un metro de altura (constituyendo) una buena trinchera. Pero esa labor se vio pronto dificultada al iniciar los Krupp su mortífero fuego; protegida por los cañones, la infantería avanzó cerro abajo desatando cargas de fusilería, que fue contestada tercamente por los patriotas con sus escasos rifles y armas arrojadizas, como lanzas y hondas”.
De los defensores sólo quedaron algunos sobrevivientes, pero seguros de haber salvado el honor de un pueblo, y, por lo tanto, del Perú. No hay, quien no tenga antepasados muertos en esta heroica acción, sólo las mujeres embarazadas tenían autorización para esconderse en las cuevas, las demás debían colaborar atendiendo a los heridos.
Allí están los nombres de Miguel Gálvez Quijada, Teodoro Valencia Rastrillada, Silvestre Landeo Marcos, Mariano Manrique, los Serpa, los Arana, los Miranda, los Aguirre, los Segura, los Solis, los Rosas, para no mencionar a todos.
El que escribe estas páginas ha conocido a una generación que nacieron en cuevas, porque las fuerzas chilenas, una vez caído el puente, se unieron a las tropas de Gutiérrez y saquearon las comunidades de Pilchaca, Cuenca y Conayca, pueblos que demostraron igual valentía para enfrentarse al adversario. Gutiérrez regresó a Huancayo y Urriola prosiguió hacia el Sur.
La importancia del Combate de Izcuchaca, es mencionado en el libro citado con el siguiente texto “el combate por la posesión del puente duró hasta el anochecer. Ello impidió a los chilenos desatar la persecución, lo cual les habría de resultar perjudicial en su intento de ir tras el General Cáceres”.
Ahora ya se conoce porque siempre se dice: El histórico puente y el pueblo de Izcuchaca, es un pueblo que tiene raíces y tradición, por lo tanto, destinado a sobrevivir con nuevas generaciones que poblaran su geografía, recordando el curso de su historia.
Fuente: Transcripción del libro “Izcuchaca (Huancavelica) En el Curso de la Historia, páginas 65 a 68 - Coronel E.P (r). Luis Saldaña Valencia – 1984.
(Juan Carlos Saldaña Salmón)